La indiferencia mata

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, decía que lo contrario del amor no era el odio, sino la indiferencia. El amor y el odio forman parte de las dos caras de una misma moneda, son tan cercanos que podemos saltar de un estado al otro sin darnos cuenta. En cambio la indiferencia es fría y terminante como un viento del sur que te sopla de frente en la cara y te deja estaqueado en la mitad del patio. Por eso cuando nos peleamos con alguien, suelen aconsejarnos: “no lo odies, ignoralo”.

Pero, ¿qué es la indiferencia? El diccionario lo define como algo “que no despierta interés o afecto”, mientras que odio es la “antipatía y aversión hacia alguna persona o cosa cuyo mal se desea”.
La indiferencia no desea el mal porque no mueve ningún tipo de sentimiento interno. No nos involucra, porque no lo sentimos, no lo percibimos. ¿Cómo saber qué es una necesidad cuándo nunca nos ha faltado nada? ¿Cómo saber qué es lo que necesita la gente si no nos interiorizamos con sus problemas? ¿Cómo es posible pretender una inclusión masiva si solo beneficio a la clase que me conviene?
Son preguntas que, en lo personal, creo que deberían hacerse los concejales de la Unidad Vecinal que integran el Concejo Deliberante de Libertador San Martín. Para comenzar me gustaría hablar de Cayrus, la edil que fue elegida por sus compañeros como líder del bloque. Cayrus trabaja en el Sanatorio Adventista del Plata, en el área de Relaciones Institucionales. No vamos a discutir sus aptitudes ni sus capacidades en lo que respecta a su trabajo “privado”. Basta con observar lo poco que se explota el potencial que posee el SAP para sacar nuestras propias conclusiones. Pero bueno, en fin, conversemos de lo que todos somos testigos y de lo que todos tenemos derecho para emitir opinión: su labor como funcionaria pública. Cayrus demuestra cada miércoles, en las sesiones del Concejo Deliberante, que conoce: cuáles son los puntos a tratar, los proyectos presentaron ambos bloques, el manual de procedimiento del Concejo, las acciones que pueden efectuar como concejales, etc. En lo teórico no podemos reprocharle nada. En lo participativo tampoco, porque siempre dice lo que piensa de cada tema. Pero aquí es donde quiero hacer la aclaración: que ella conozca acerca del tema no significa que esté interiorizada con el problema que se plantea. Hace un par de semanas se presentaron, en el Orden del Día del Concejo, varios pedidos de vecinos que solicitaban una excepción en la Ordenanza 1060, que contempla las cuotas del Plan Solidario de Construcción de Viviendas. ¿Qué manifestaban? Simple: no tenían los ingresos suficientes para costear el pago de sus viviendas. Los ediles discutieron acerca de todos los casos. Los concejales del FPV aconsejaron que lo mejor era que se hiciese una investigación, por parte de Acción Social, para determinar la situación económica de cada familia. Pero Cayrus fue más terminante, más fría, más indiferente. Les recuerdo que el indiferente no actúa por odio, sino por desinterés. Pero volvamos a lo que dijo la concejal de la UV: “amigos, la Villa es un lugar chico. Nos conocemos entre todos. Esta familia, por ejemplo, que está pidiendo una excepción, es una familia en la que tanto el esposo, como la mujer, tienen trabajo. Si le damos la excepción a cualquiera, todos van a venir a solicitar que no pueden pagar la cuota. Por eso no creo necesario que haya una investigación, acá nos conocemos todos”. Cuando Cayrus terminó de pronunciar su frase, tanto los concejales de su bloque, como los de la oposición la observaron extrañados. La Secretaria del Concejo Deliberante, Vanina Ordoñez, agregó su punto de vista argumentando que “no creo que como Cuerpo tengamos las facultades para determinar quién merece y quién no merece la excepción. Que los dos tengan trabajo no significa que su situación económica sea favorable”. Mientras que Barrionuevo fue más directa (como siempre): “¿Vos en serio creés que podés decir a quién se debe considerar para la excepción y a quién no?”. Los concejales compañeros de Cayrus decidieron quedarse en silencio, como queriendo evitar que la opinión de su líder los meta en el barro junto con ella. Lindo equipo que está tanto en las buenas como en las malas, ¿no?
Pero el bloque de la Unidad Vecinal también está compuesto por otros personajes. Deberían hablar acerca de 4, pero voy a limitarme sólo a 2. No porque no tenga tiempo, o ganas, de escribir mi opinión acerca de todos, sino porque tanto la concejal Krumm, como el concejal Ballone, son dos peones que no pinchan ni cortan. Se mueven al compás de lo que les ordenan sus líderes. Si les dicen que algo se vota a favor, no dudan en hacerlo. Si les dan la orden de votar en contra, no dudan en hacerlo. Son intrascendentes. Títeres de la política. Bah, de “la no política” dirían los vecinalistas, ya que según ellos su partido no se involucra en este juego. No digo que nos consideren idiotas, pero seguro que tontos sí.
Sigamos con Cabrini. Es médico y generalmente está de buen humor. De los 5 quizás el más pensante, el más cauto, el que decide bajar un cambio en la marcha y desacelerar para observar mejor el panorama. Esto podría ser positivo si lo hiciese una, dos, o tres veces. Pero cuando el paso cansino se vuelve un habitué, uno comienza a sospechar que Cabrini no está capacitado para correr al ritmo que un puesto político requiere. El rey de los cuartos intermedios, sin embargo, es quien más facultades ha mostrado en lo que se refiere a su capacidad política.
Para el final siempre me gusta hablar del personaje más curioso, más jugoso en cuanto a actitudes u opiniones. Gabriel De Sousa Matías. Hasta el nombre te marea y te complica a la hora de diferenciar el apellido. En la vida, no te marea tanto. En realidad, se marea solo. Muchas veces me recuerda a Luguercio, a Rogelio Funes Mori, al cuqui Silvani, entre otros. Delanteros que pretendían tirar una gambeta y terminaban perdiendo la pelota favoreciendo al rival con una contra. De Sousa es así. Emite opinión, lo atacan, y se retrae. Ni siquiera cuándo Rodríguez, presidente del Concejo, salió con los tapones de punta a defenderlo, se animó a seguir con su pedido de moción. Se achicó. Le ganó la cancha. Pero, ¿qué pasa cuando le toca decidir acerca de algún pedido o proyecto? Aquí entra en juego otra vez la indiferencia. De Sousa es un nene bien. Un millonario de Libertador San Martín que jamás tuvo que resignar un almuerzo y conformarse con un matecocido. Es el nene que no pasó ninguna necesidad. Entonces, cuando hay algún proyecto social, reacciona como se crió: no mira hacia el costado. Es frío. El error está en aquellos que creyeron que podía ponerse en el lugar de los más necesitados. La gente no cambia. Y la percepción de ellos respecto a la realidad tampoco.
Me gustaría concluir con un pensamiento de Einstein:
“Los grandes espíritus siempre han encontrado violenta oposición de parte de los mediocres. Estos últimos no pueden entender cuando un hombre no sucumbe impensadamente a prejuicios hereditarios sino que, honestamente y con coraje, usa su inteligencia.”
Repito señores: no podemos pedirle peras al olmo. Es más fácil destruir un átomo que un prejuicio.

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